Cuando lo cotidiano te devuelve a lo que nunca se fue. Esta es la sensación que experimenté, cuando buscando con mi hijo un parque con equipamientos para poder jugar, me encontré esta rayuela.
Contrasta que los equipamientos que encontré, se encontraban deteriorados, principalmente por el vandalismo, también por el paso del tiempo y las inclemencias. Pero a esta rayuela eso no le afecta.
Ha sobrevivido al paso del tiempo y lo demás apenas importa, porque existiendo un lugar seguro, allí se podrá crear otra rayuela como esta. Hablo de rayuela, pero suma el escondite o cualquiera de los juegos que viven en nuestra memoria y que en ocasiones se echan de menos en nuestros parques y zonas de ocio.
Pensemos en un espacio urbano, ya no tanto para equipar, si no para educar en aquellos juegos que no dependen del vandalismo ni del paso del tiempo para perdurar.
Pensemos en el espacio urbano como en ese espacio donde la calidad del mismo se mide por la actividad humana y no por la calidad de las superficies que lo conforman.
Generalmente ese espacio urbano se coloniza por los ciudadanos y no por los vehículos ni por los aparcamientos. Los vehículos colonizan rápido, las personas colonizan calidad.
Espacio urbano y eco-juegos, un camino hacia lo que ya conocemos.